Judyth Sassoon con la mandíbula del pliosaruio. | Simon Powell
Pero el ejemplar que Sassoon estudió tenía un grave problema: sufría una dolorosa artritis. La investigadora observó que la mandíbula tenía erosionada la parte izquierda de su mandíbula, lo que implica que el pliosaurio, que fue encontrado en Westbury (Wiltshire) vivió con la boca torcida muchos años: lo sabe porque en la quijada inferior hay marcas de que la quijada superior chocaba con ella cuando comía, lo que acabó por afectar al hueso.
Pese a sufrir este problema, el animal era capaz de sobrevivir. De hecho, en el estudio publicado en la revista 'Paleontology' se sugiere que se trataba de una vieja hembra, dado que los machos lucían una hermosa cresta de la que este esqueleto carece.
"Al igual que los humanos desarrollamos artritis en las caderas al envejecer, esta hembra la tuvo en la mandíbula, aunque sobrevivió. En algún momento, el hueso se debilitó y se rompió, por lo que ya no pudo alimentarse y finalmente murió", señala Sassoon.
Los pliosaurios eran grandes depredadores (en ocasiones emboscados) y también carroñeros, en la cumbre de la cadena alimenticia, por lo que no tenían quien les cazara. "El pliosaurio de Westbury es un ejemplo asombroso de cómo el estudio de la enfermedad en animales fósiles puede ayudarnos a recrear la vida de un animal extinto", ha declarado Mike Benton, colaborador en este trabajo.
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