Con la temporada de esquí a punto de comenzar en Europa, muchos aficionados a los deportes de invierno ya sueñan con la mejor nieve de entre todos los destinos de la región, desde los Alpes hasta Europa oriental. Pero seguro que a ninguno de ellos se le ha pasado por la cabeza deslizarse por una de las lunas de Saturno, Encélado, donde, según astrónomos del proyecto EUROPLANET RI («Infraestructura de Investigación Europlanet»), existe una nieve que sería ideal para la práctica del esquí.
Los científicos a cargo del estudio lograron observar cristales de hielo extremadamente pequeños que recubren la superficie del satélite mediante técnicas cartográficas globales y de alta resolución a partir de lecturas obtenidas por la sonda Cassini, una misión espacial conjunta de la NASA, la ESA y la ASI que estudia el planeta Saturno y sus distintos satélites naturales desde 2004. Estas medidas de la capa superficial muestran que las partículas de hielo caen sobre la superficie de Encélado siguiendo patrones predecibles. Según se muestra en los hallazgos, estos depósitos indican que los penachos y su fuente de calor son características relativamente permanentes desde hace milenios e incluso probablemente desde hace decenas de millones de años o más. Durante este tiempo han cubierto zonas de la superficie con una capa enorme de partículas de hielo diminutas.
En un trabajo anterior, astrónomos del Instituto Max Planck y de la Universidad de Potsdam descubrieron que, bajo la gravedad de Saturno, las partículas regresaban a Encélado conforme a un patrón definido. Esto les permitió predecir que la acumulación más intensa se encontraría a lo largo de dos longitudes en caras opuestas del satélite.
La dificultad reside en determinar el grosor de estas capas de nieve. Los modelos de deposición de partículas indican que la velocidad de este proceso en Encélado es extremadamente lenta en términos terrestres, de menos de una milésima de milímetro al año. Para que se acumule una capa de depósitos de 100 metros de grosor tienen que transcurrir varias decenas de millones de años.
No obstante, Paul Schenk, coautor del trabajo, advierte a los entusiastas esquiadores espaciales del futuro que practicar el deporte sería algo complicado por la gravedad extremadamente débil del satélite (un 1% de la terrestre). Pero en lo que a la propia nieve se refiere insistió en que sería «incluso más fina que el talco» y con toda probabilidad «la más fina que puede soñar un esquiador».
Los científicos a cargo del estudio lograron observar cristales de hielo extremadamente pequeños que recubren la superficie del satélite mediante técnicas cartográficas globales y de alta resolución a partir de lecturas obtenidas por la sonda Cassini, una misión espacial conjunta de la NASA, la ESA y la ASI que estudia el planeta Saturno y sus distintos satélites naturales desde 2004. Estas medidas de la capa superficial muestran que las partículas de hielo caen sobre la superficie de Encélado siguiendo patrones predecibles. Según se muestra en los hallazgos, estos depósitos indican que los penachos y su fuente de calor son características relativamente permanentes desde hace milenios e incluso probablemente desde hace decenas de millones de años o más. Durante este tiempo han cubierto zonas de la superficie con una capa enorme de partículas de hielo diminutas.
En un trabajo anterior, astrónomos del Instituto Max Planck y de la Universidad de Potsdam descubrieron que, bajo la gravedad de Saturno, las partículas regresaban a Encélado conforme a un patrón definido. Esto les permitió predecir que la acumulación más intensa se encontraría a lo largo de dos longitudes en caras opuestas del satélite.
La dificultad reside en determinar el grosor de estas capas de nieve. Los modelos de deposición de partículas indican que la velocidad de este proceso en Encélado es extremadamente lenta en términos terrestres, de menos de una milésima de milímetro al año. Para que se acumule una capa de depósitos de 100 metros de grosor tienen que transcurrir varias decenas de millones de años.
No obstante, Paul Schenk, coautor del trabajo, advierte a los entusiastas esquiadores espaciales del futuro que practicar el deporte sería algo complicado por la gravedad extremadamente débil del satélite (un 1% de la terrestre). Pero en lo que a la propia nieve se refiere insistió en que sería «incluso más fina que el talco» y con toda probabilidad «la más fina que puede soñar un esquiador».
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