El meduloblastoma es un tumor cerebral de muy mal pronóstico que afecta niños menores de cinco años. Se calcula que uno de cada 5 tumores cerebrales infantiles son meduloblastomas, y aunque el cáncer es inusual en niños, los tumores cerebrales constituyen el tipo más común de cáncer infantil además de la leucemia y el linfoma. Debido a que se localizan con mayor frecuencia en el cerebelo, las funciones que se alteran son: problemas al caminar, pérdida del sentido del equilibrio, dificultar al hablar... El tratamiento se basa en una cirugía agresiva, radioterapia y la quimioterapia, pero, según los autores de esta trabajo, los efectos secundarios pueden ser graves, dando lugar a déficits cognitivos, trastornos endocrinos y el desarrollo de otros tipos de cáncer a largo plazo .
«Ser capaz de utilizar un modelo animal como una herramienta para probar los tratamientos es algo muy valioso para cualquier tumor, pero especialmente en el meduloblastoma. Sin embargo, hasta ahora no ha sido una opción en los cánceres asociados a Myc. Este es el primer paso para el desarrollo de terapias para este tipo de tumor», destaca Robert Wechsler-Reya, autor principal del estudio.
En este ensayo se ha demostrado que las células madre del cerebelo modificadas con el oncogén Myc inicialmente produjeron grandes cantidades de células cuando se transfirieron a los ratones, pero después de cuatro semanas las células desaparecieron. El oncogén Myc hace que las células crezcan, pero, paradójicamente, se mueran. La razón está en que Myc activa otro gen llamado p53, que detecta que anomalías en la célula y provoca su autodestrucción. Por eso, el siguiente paso consistió en inactivar p53.
El resultado fue sorprendente: las nuevas células madre diseñadoas, portadoras de Myc y de p53 mutado, formaron tumores de gran tamaño en los ratones que seguían creciendo con el tiempo. Estos tumores se asemejan a los observados en humanos.
Tras analizar el perfil de los genes que se expresan en los tumores, los científicos encontraron niveles particularmente altos de genes activados por una enzima llamada PI3-quinasa. A continuación, el equipo probó si la inhibición de la PI3-quinasa podría bloquear el crecimiento de tumores derivados de Myc. Los resultados mostraron que los inhibidores de la PI3 quinasa se relacionaba con una mayor supervivencia de los ratones.
«Obviamente, todavía quedan muchos pasos entre el trabajo en laboratorio y la administración de fármacos a los pacientes- matizó Wechsler-Reya-, pero algunos de éstos pueden ser interrumpidos si se utilizan medicamentos que ya están siendo analizados o se usan en otras enfermedades».
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